Después de todas las celebraciones por la caída del muro de Berlín, está de moda lo que viene de Rusia. Aunque desconozco la idiosincrasia rusa, me parece que quedan en este país muchas maneras de la forma de ser que implicaba la Unión Soviética. En lo que hace referencia al comercio internacional, me llama la atención este artículo en el Moscow Times de Anders Aslund, del Peterson Institute for International Economics.
Resulta que hace algo más de un mes tiene lugar la reunión anual de la CEI, Comunidad de Estados Independientes, creación de los rusos para mantener su influencia estratégica con muchas antiguas repúblicas soviéticas. Y la reunión dura ¡30 minutos!. Nadie tiene nada que decir a nadie. Georgia abandonó el grupo en agosto. De los 11 miembros restantes a la reunión acuden seis. ¿Qué les está fallando? Según el autor del artículo, cuatro problemas: la falta de respeto por la integridad territorial, la política rusa sobre el gas natural, los temas financieros, y los conflictos comerciales. Vayamos a ver este último.
El no haber establecido un área de libre comercio le parece al autor que es el mayor de todos los problemas. Todos los países de la CEI, menos Turkmenistan, firmaron en 1994 un acuerdo para su creación. Pero Rusia nunca ratificó el acuerdo en su legislación. Por eso los países de la CEI han terminado firmando muchos acuerdos bilaterales entre ellos. ¿Y esto no soluciona el problema? Pues parece que no, porque los países se saltan a la torera esos acuerdos. No hay seguridad jurídica. Por eso el comercio en determinados productos entre estos países en ocasiones se interrumpe por medidas proteccionistas que van surgiendo. ¿Hay solución? Sí, que todos pertenezcan a la OMC y se sometan a su régimen de arbitraje que, con todos los defectos que tiene, es el mejor conocido hasta ahora. Ya hay 5 países de la CEI en la OMC, pero ni Rusia ni algunos otros lo están.
Parece que Rusia se ha ganado una fama de socio imprevisible y en el que no se puede confiar. ¿Mejorarán? Estaré atento. Pero la impronta de tantos años de comunismo parece que deja huella. Hasta Oroz nos lo muestra con gracia en Diario de Navarra.
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