skip to main  |
      skip to sidebar
          
        
          
        
Lo que enseñamos... y lo que decimos
Dani Rodrik:
Si un periodista pregunta a un profesor de economía si es un bueno 
para el país establecer relaciones de libre comercio con el país X o Y. 
Estamos seguros que el economista, como la gran mayoría de los de su 
profesión, le dirá entusiasta que apoya la idea de libre comercio entre 
dichos países. 
Ahora dejemos que el periodista entre encubierto como estudiante en 
el seminario universitario avanzado sobre Teoría del Comercio 
Internacional. El “estudiante” va hacer la misma pregunta: ¿“Es bueno el
 libre comercio”? No creo que la respuesta sea tan rápida y sucinta esta
 vez. De hecho, es probable que el profesor se quede desconcertado por 
la pregunta. ¿“A qué se refiere con bueno”?, preguntará. ¿“Y bueno para 
quién?” 
Entonces, el profesor dará una larga y tormentosa exégesis que 
finalmente culminará en una afirmación muy condicionada: “Así pues, si 
la larga lista de condiciones que acabo de describir se cumple, y 
suponiendo que podamos cobrar impuestos a los beneficiarios para 
compensar a los perdedores, el libre comercio tiene el potencial de 
acrecentar el bienestar de todos.” Si quisiera profundizar, el profesor 
podría añadir que el efecto del libre comercio en la tasa de crecimiento
 de una economía no es claro, y que depende de un conjunto de requisitos
 totalmente distintos. 
Una afirmación directa e incondicional sobre los beneficios del libre
 comercio se convirtió ahora en una aseveración adornada con todo tipo 
de peros. Extrañamente, el conocimiento que el profesor imparte 
voluntariamente con gran orgullo a sus estudiantes de posgrado se 
considera inapropiado (o peligroso) para el público en general. 
La enseñanza de economía a nivel de licenciatura tiene el mismo 
problema. En nuestro afán por mostrar las perlas de la profesión en una 
forma pulcra –la eficiencia de los mercados, la mano invisible, las 
ventajas comparativas- nos alejamos de las complicaciones y matices del 
mundo real, que han sido reconocidas por la disciplina. Es como si los 
cursos de introducción a la Física asumen un  mundo sin gravedad porque 
de esa manera todo es mucho más simple.
Aplicada apropiadamente y con una buena dosis de sentido común, la 
economía nos habría preparado para una crisis financiera y llevado por 
la dirección correcta para arreglar las causas. Sin embargo, la economía
 que necesitamos es como la del curso de seminario y no una de normas 
generales. La economía puede reconocer sus limitaciones y sabe que el 
mensaje correcto depende del contexto. 
 
 
 
          
      
 
  
 
 
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario