A mí esto siempre me ha parecido malo para el país de salida, y generalmente bueno para el emigrante que busca mejorar una situación personal y familiar muchas veces dramática o, al menos, complicada. Jagdish Bhagwati siempre se ha presentado como crítico a los temores de la huida de cerebros (brain drain, en inglés). Él mismo es un ejemplo de una brillante cabeza india que se fue a Inglaterra y luego a EEUU. Y acaba de publicar un artículo en el que recuerda cuatro puntos que, para él y sin eludir polémicas, indican que la huida de cerebros no tiene por qué ser mala para el país de origen:
- No hay que llorar por la salida de estas personas. Hay que nutrir su lealtad hacia el país que les vio nacer: darles derecho de voto en su país de origen, eliminar las restricciones a que inviertan o compren propiedades en su país de origen, favorecer la impartición de cursos dados por ellos en su país de origen a profesionales que no han emigrado...
- Además de darles derechos a los emigrantes, hay que darles obligaciones. Por ejemplo, lo que hace EEUU para sus nacionales y residentes permanentes que se encuentran fuera de EEUU es fijarles un impuesto (la llamada “Bhagwati Tax”).
- Organizar la oferta de formación cualificada en los países de los que huyen los trabajadores cualificados: que jubilados muy cualificados hicieran el papel de cascos grises.
- La ayuda al desarrollo debería dirigirse a formación.
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