Ayer publicaba el
suplemento Negocios de El País un artículo de Kenneth Rogoff que, además de proponer alguna idea sobre la crisis financiera actual, también nos decía (como de manera contundente hace Paul Krugman habitualmente) que esta no es una crisis "normal".
Un término más preciso, aunque menos tranquilizador, para la crisis actual es la "segunda gran contracción". Carmen Reinhart y yo propusimos este apelativo en nuestro libro This time is different, publicado en 2009, fundamentándonos en nuestro diagnóstico de la crisis, que indica que ésta es una crisis financiera profunda típica, no una recesión profunda típica. La primera "gran contracción", por supuesto, fue la Gran Depresión, tal como subrayan Anna Schwarz y el fallecido Milton Friedman. La contracción afecta no solo a la producción y al empleo, tal como ocurre en una recesión normal, sino también a la deuda y crédito, y al desapalancamiento que típicamente tarda muchos años en consumarse.
En una recesión convencional, la reanudación del crecimiento implica un razonablemente brioso retorno a la normalidad. La economía no sólo recupera el terreno perdido, sino que en el transcurso de un año, típicamente, logra alcanzar y regresar a su tendencia de largo plazo al alza.
Las secuelas de una crisis financiera profunda típica son algo completamente diferente. Como Reinhart y yo hemos demostrado, típicamente, una economía tarda más de cuatro años solo en alcanzar el mismo nivel de ingresos per capita que había logrado en su pico precrisis.
Muchos comentaristas han argumentado que el estímulo fiscal ha fracasado en gran medida no porque fue mal guiado, sino porque no fue lo suficientemente grande como para combatir una "gran recesión". Pero en una "gran contracción", el problema número uno es la excesiva deuda. Si los Gobiernos que mantienen calificaciones crediticias sólidas optan por gastar sus escasos recursos eficazmente, el enfoque más eficaz consiste en catalizar las renegociaciones y reducciones de la deuda.
El último párrafo es el que muestra la discrepancia en la receta respecto a Krugman, pero también discrepa de lo que están haciendo los bancos centrales.
Krugman, a su vez, anoche nos decía que aunque Italia a día de hoy podría pagar, el
pánico puede hacer que suban tanto los intereses de su deuda que caiga en bancarrota. A ver cómo se comporta hoy el Banco Central y qué entiende por
intervenir decisivamente. Su papel es clave.
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