Este fin de semana bebí un par de infusiones de rooibos, y recordé una noticia que había leído la semana pasada en Bridges.
La cuestión está en un tratado vinculado al comercio (el protocolo ABS, dentro de los convenios sobre diversidad biológica del marco de Naciones Unidas) que obliga a compartir los beneficios generados de recursos genéticos. El rooibos es una planta endémica de Sudáfrica, y su infusión se está extendiendo mucho y es fácil encontrarla en nuestros comercios. Pero además, tiene usos medicinales, al igual que otra planta sudafricana (el honeybush). Y aquí ha surgido una controversia.
Nestlé está trabajando en estas hierbas para analizar sus usos como productos para el acné, las arrugas, como antiinflamatorio, e incluso para la caída de pelo. Y Sudáfrica ha denunciado a Nestlé por biopiratería. La ley sudafricana de biodiversidad exige a las empresas que utilicen estos productos a pedir un permiso si quieren formalizar patentes o usarlos en investigación. Y estos permisos exigen una participación en los potenciales beneficios. Por ello Sudáfrica acusa a Nestlé, ya que la empresa no ha solicitado el permiso (este permiso no es necesario si las plantas se usan para infusiones). Nestlé se defiende diciendo que no está usando todavía sus resultados de investigación y patentes con fines comerciales.
¿Quien debe beneficiarse de la comercialización de estos productos cuando se usan por sus propiedades terapéuticas?
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