Desde 1975 Brasil prohibía informalmente la importación de algunos productos electrónicos. Pero desde 1984 se estableció una ley que señalaba que bastaba que una empresa brasileña dijera que iba a desarrollar un producto electrónico para que las importaciones de ese bien fueran prohibidas. El objetivo, claro, era proteger a una "industria naciente brasileña" de la competencia internacional dándole el acceso en exclusiva al mercado nacional. La protección a esa "industria naciente", con la acumulación de experiencia, la convertiría en una industria competitiva a nivel internacional.
El resultado fue un desastre. Los productos brasileños costaban de media 2,5 veces más que los potencialmente importados y además eran tecnológicamente peores. Incluso la industria de la electrónica brasileña pidió que se suavizara la norma debido a que ni ellos podían importar dispositivos electrónicos o sus piezas hechos en otros países.
La norma terminó siendo sustituida por aranceles muy altos y permitiendo que las empresas extranjeras entraran en el accionariado de las empresas brasileñas del ramo hasta ostentar un máximo del 49% del capital social.
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