(Vía AEFJN).
Los "minerales de sangre" africanos plantean un dilema ético interesante. En zonas de conflicto, como son algunas zonas de África, las minas de ciertos minerales permiten la financiación de las armas y de ejércitos y guerrillas. El hambre descontrolada de (nosotros) los demandantes de productos tecnológicos que requieren tántalo, coltán, tungsteno y otros minerales muy escasos, hace que las empresas prioricen el tener dichos minerales a otras cuestiones de ética.
Ahora es la UE la que se está planteando que el comercio de estos minerales raros con la República Democrática del Congo debe ser más vigilada, y controlar las condiciones de trabajo de los jóvenes africanos. Y aquí surge un dilema que es habitual en comercio: normalmente estas intervenciones llevan a resultados ineficientes, o al desempleo de jóvenes que antes producían para la exportación, y que al desaparecer o reducirse las exportaciones son abocados al desempleo (o a la prostitución, como se ha comprobado en varios casos).
¿Qué significa todo esto? Yo no tengo dudas y pienso que no se debería comerciar con aquellos bienes que proceden de situaciones nítidamente injustas. Pero antes de llegar al boicot, y para evitar estos efectos indeseables en los trabajadores, hay que definir muy bien qué apoyo hay que dar a los empleados que pueden perder sus empleos a causa de los boicots a su producción.
¿Y si esto implica que los productos tecnológicos sean más caros? Pues que lo sean.
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