Me gusta empezar el año hablando de comercio y de paz. No es extraño escuchar que una mayor integración económica entre países reduce la posibilidad de guerras entre ellos. Así, es frecuente poner como ejemplo al proceso de integración europeo tras la Segunda Guerra Mundial. Quizá también subyaza algo así en el proceso de integración económica de los Balcanes que la UE y otros países están fomentando, y que ahora nos describen Thorvaldur Gylfason y Per Magnus Wijkman en VoxEU.
Para mí el de la UE y el de los Balcanes son ejemplos de integración muy diferentes por muchos motivos: el proceso europeo ha sido largo en el tiempo (ha pasado poco más de una década del final de los conflictos armados en los Balcanes y la presencia de tropas internacionales en la zona persiste); los países europeos previamente eran independientes (Yugoslavia fue una unidad económica y política durante varias décadas),... Quizá, además de los lazos económicos, en los Balcanes permanecen todavía heridas sociales y políticas que hay que tratar.
Un ejemplo, que cité hace poco, es la visión de O'Rourke y Findlay que muestran la evolución del comercio mundial desde el año 1000 y, entre otras muchas aportaciones, nos muestran que tras épocas de guerras han llegado épocas de relativa paz (bajo el dominio de algún imperio) en las que el comercio se ha desarrollado mucho. Y muestran cómo muchas veces los deseos económicos han sido la base de esos conflictos. Una vez que una potencia imponía su hegemonía, los conflictos se reducían. Mil años de ejemplos. Economía (y comercio) y el binomio guerra-paz parece que tienen muchos lazos.
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