Hay una idea en este artículo de Bradford deLong que me gusta.
Como indicamos los profesores de Comercio Internacional, frecuentísimamente el comercio internacional implica a que surjan ganadores y perdedores. Pero este aumento de la desigualdad puede suavizarse (¡incluso desaparecer!) si con impuestos sobre las ganancias de los ganadores (o, normalmente, con parte de ellas) se pudiera compensar a aquéllos a los que el comercio les ha perjudicado (perdiendo el empleo, por ejemplo, o arruinándose por la competencia extranjera).
En una sociedad en la que cobrar impuestos a los que les va bien está mal visto, y en la que los beneficiarios de las transferencias públicas son considerados unos aprovechados no interesados en buscar otras vías de renta, no hay forma de que realmente un proceso de apertura comecial cuente con el consenso de la población y las ganancias para todos (o, al menos, que no haya pérdidas para nadie).
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